El diseño del objeto de investigación lingüístico-semiótico
La complejidad de la noción de unidad de análisis
en relación con el conocimiento y la significación en las ciencias del hombre.
Me he propuesto en este trabajo, en primer lugar, ejemplificar a través de la Lingüística la problemática metodológica acerca del diseño del objeto de investigación. Elijo esta disciplina -en el marco más amplio de la Semiótica- porque ella constituye un ejemplo paradigmático de "conocimiento de un conocimiento" [1], al igual que la Epistemología y la Metodología de la Ciencia. Se diferencian en que éstas atienden al conocimiento científico, mientras la Lingüística se ocupa de conocimientos espontáneos. [2] En segundo lugar, deseo reflexionar sobre una peculiaridad que ofrece esta disciplina y que caracteriza a todas las "ciencias del hombre". En efecto, en tanto ella constituye el "conocimiento de un conocimiento", su objetivo es la explicación de los fenómenos por medio de la detección de significados. Es decir, se propone hallar las estructuras sintagmática y paradigmática (jerarquías según Louis Hjelsmlev) de una semiótica mediante la correlación entre una estructura significante y otra estructura significada. Más precisamente, la correlación entre la forma del plano de la expresión y la forma del plano del contenido.
a. El diseño del objeto en Lingüística: identidades y diferencias.
En relación con la temática de su diseño, es necesario reconocer la complejidad de todo objeto de investigación[3]. Tanto las unidades de análisis como las variables constituyen sistemas y subsistemas; es decir, sistemas jerárquicos, según los concibe Herbert Simon. Ahora bien, es necesario observar que éste, cuando considera los sistemas simbólicos, no tiene en cuenta sino el proceso o texto, es decir, la actualización de tales sistemas. No atiende a los sistemas mismos que subyacen en cada proceso. Por el contrario, Hjelmslev[4] distingue en el fenómeno semiótico dos tipos de jerarquías: la del proceso (jerarquía correlacional) y la del sistema (jerarquía relacional).[5]
En el momento del diseño del universo de las unidades de análisis, es posible reconocer tres direcciones posibles, de acuerdo con el orden en que se determinen las unidades de análisis (UA), las variables (V) y los valores (r):
1. A partir de las unidades de análisis, reconocemos variables y posteriormente, valores:
UA > V > r
2. A partir de las variables, reconocemos valores y, finalmente, unidades de análisis:
V > r > UA
3. A partir de valores, reconocemos variables y determinamos unidades de análisis:
r > V > UA
Esta última dirección, según Juan Samaja (1994), es la que adopta el método de la lingüística estructural. Sin embargo, advierto aquí una consideración incompleta del proceso metodológico lingüístico dado que, como veremos, esta operación supone el tratamiento previo de unidades de análisis, variables y valores de otra naturaleza, y en dirección opuesta. De acuerdo con Ferdinand de Saussure, en las ciencias que no presentan "unidades concretas inmediatamente reconocibles", las unidades deben construirse (o mejor aún, re-construirse) en relación con cada nivel que se tome en cuenta. En este sentido, afirma este autor:
"Otras ciencias operan sobre objetos dados de antemano a los que se puede considerar desde diferentes puntos de vista; nada similar hay en nuestra disciplina. (...) Lejos de que el objeto preceda al punto de vista, se diría que es el punto de vista el que crea el objeto (...):"[6]
"(...) las entidades concretas de la lengua no se presentan por sí mismas a nuestra observación (...)."[7]
"(...) en los sistemas semiológicos, como la lengua, en que los elementos se mantienen recíprocamente en equilibrio según reglas determinadas, la noción de identidad se confunde con la de valor y recíprocamente".[8]
"(...) la lengua no puede ser sino un sistema de valores puros (...)"[9]
Refiriéndose al plano conceptual o del significado, dice Saussure:
"(...) En todos estos casos, pues, encontramos, en lugar de ideas dadas de antemano, valores que emanan del sistema. Cuando se dice que corresponden a conceptos, se sobreentiende que éstos son puramente diferenciales, definidos no positivamente por su contenido, sino negativamente por sus relaciones con los demás términos del sistema. Su más exacta característica es la de ser lo que los otros no son." [10]
Más adelante agrega:
"(...) en la lengua no hay más que diferencias. (...) en la lengua sólo hay diferencias sin términos positivos (...)".[11]
" Aplicado a la unidad, el principio de diferenciación puede formularse así: los caracteres de la unidad se confunden con la unidad misma. En la lengua, como en todo sistema semiológico, lo que distingue a un signo es todo lo que lo constituye. Es la diferencia la que determina la característica así como determina el valor y la unidad."[12]
Vemos aquí cómo Saussure nos habla de unidades no perceptibles, no dadas de antemano, y cuya identidad depende de la posición que, en tanto colección de valores, tengan en el sistema de la lengua. Observamos cómo la unidad de análisis en Saussure se identifica con el conjunto de sus características, como resultado de las diferencias.
b. El objeto como conocimiento.
Ahora bien, es necesario subrayar -de acuerdo con Luis Prieto- el hecho de que, como lo adelantáramos más arriba, en Lingüística, estas diferencias no las detecta el investigador, sino que ellas integran el conocimiento espontáneo que todo hablante posee de su lengua. Por ello, sería adecuado decir que el lingüista no construye su objeto de estudio, sino que lo re-construye. Puede que el investigador tome como objeto su propio conocimiento de una lengua. Éste es, en realidad, el caso en que se coloca Hjelmslev, sosteniendo que el punto de partida es la ‘lengua’ y que “a los ‘sonidos’ ( o a otras ‘unidades sustanciales’ ) se llega sólo por vía deductiva, partiendo de los fonemas (...)”[13]. Eugenio Coseriu, desde otra perspectiva, dice: “en realidad, frente a una lengua desconocida, la posición del lingüista es la que indica Jakobson: no interpreta el ‘mensaje’ sobre la base del ‘código’, sino que trata de deducir el ‘código’ del ‘mensaje’.”[14] Recordemos también cómo Jürgen Habermas, en un agudo análisis epistemológico y metodológico de la Lingüística, incluye a ésta entre las "ciencias reconstructivas".[15]
Si nos ubicamos, por ejemplo, en el nivel fonológico, el fonema -unidad que podemos definir como un “conjunto de rasgos fónicos pertinentes”[16]- no es una unidad construida por el fonólogo, sino por el hablante a partir del conocimiento de su lengua. Lo que constituye el objeto de la Fonología, entonces, no es el sistema fonológico en sí mismo, sino el conocimiento que de él tiene el hablante. Ahora bien, este conocimiento espontáneo, precisamente por serlo, no es consciente de sí mismo, no puede explicarse a sí mismo. El hablante "no sabe" en qué consiste el fonema, sólo sabe que ciertas diferencias en los sonidos de su lengua se asocian con ciertas diferencias en los significados.
Para reconstituir científicamente este conocimiento "no consciente" bajo la forma de una estructura sistémica, y lograr así el "descubrimiento" del fonema, han sido necesarias algunas condiciones previas:
1. Los progresos en otra disciplina lingüística: la fonética, ciencia humana, que atiende a los aspectos acústicos y articulatorios del sonido lingüístico (no de otra naturaleza)[17], aunque sin atender a su relación con el significado. Su desarrollo hizo posible la descomposición del sonido (objeto concreto "dado") en sus múltiples características, lo cual permitió a la fonología la detección de aquéllas que fueran relevantes respecto de las diferencias en el significado, mediante el método de la conmutación, [18]
2. Una opción epistemológica que consistió en una concepción "relacional" del diseño del objeto, tal como lo había planteado Saussure: primero se establecen relaciones en el sistema y luego el objeto es reconocido como término de esas relaciones. Esta es la "opción epistemológica que consiste en derivar la noción de 'identidad' de la de 'diferencia' (...) y proponerse la construcción de una teoría, no del objeto 'en sí', sino del objeto conocido".[19] Es decir, la identidad del objeto no depende de lo que el objeto es "en sí", sino de las diferencias que guarda con los objetos de su misma clase.
c. El diseño del objeto como intersección de dos jerarquías de distinta dimensión.
Esta decisión epistemológica está en la base, como se ve, del método fonológico y estructuralista que necesariamente debe optar por un diseño del objeto que parta del valor a la variable y de allí, a la unidad de análisis. Es decir, parte de una rasgo diferenciador relevante (r), la cual presupone una clasificación previa en clases (V), que implica un sentido de la pertinencia. Éste sólo puede darlo la relación con el significado establecida por el hablante, en conocimiento de la clasificación de los sonidos de su lengua. Ahora bien, se debe observar que esta posible matriz de datos es la referida a la jerarquía paradigmática cuya estructura se quiere construir. Es ya el objeto modelo, la lengua de Saussure.
Pero, -y aquí creo que radica la dificultad del análisis metodológico respecto del diseño del objeto semiótico- estos valores de los que se parte se manifiestan en una unidad de análisis de otra naturaleza, en otra dimensión. Esta otra UA es la actuación del hablante que se concreta en emisiones, textos, actos de habla, procesos. La actuación, precisamente, es la puesta en uso de la competencia del hablante que consiste en el conocimiento del paradigma. Se comienza, entonces, desde una dimensión “inmediatamente perceptible”, que es la de la jerarquía sintagmática. En ésta, el investigador parte de la totalidad de la UA (texto, emisión, proceso) y, analizándola, continúa con las variables y los valores. Estos últimos serán los que determinen, finalmente, las UA en la otra dimensión: la del sistema (jerarquía paradigmática).
d. De la sustancia a la forma.
Este paso de la U.A. concreta (que pertenece al habla), a la U.A. abstracta (que pertenece a la lengua), implica también pasar de unos elementos con forma y sustancia a otros que se han abstraido de esta última, es decir, que son sólo forma. Y precisamente, la dicotomía forma / sustancia se relaciona con la oposición lengua / habla. En cada plano lingüístico (expresión y contenido) es posible distinguir estos dos aspectos. De acuerdo con Hjelmslev, entendemos como forma de la expresión el modo en que la materia o sentido de los sonidos se organiza en cada lengua en particular, diferenciándose de todas las otras. La materia fónica, organizada por una forma, constituye la sustancia de la expresión. La forma del contenido se traduce en el modo particular de organización de las ideas en cada sistema. En términos de A.J. Greimas[20], es designada como articulación sémica. La masa amorfa del pensamiento es la materia (o sentido) que, organizada por una forma determinada en una lengua, se constituye en la sustancia del contenido. En Greimas, se integra por el conjunto de ejes semánticos (o configuraciones semánticas). Para Hjelmslev, forma y sustancia establecen una función de la cual la forma es el término (funtivo) constante y la sustancia es el término variable. Una forma puede manifestarse a través de muchas sustancias, pero lo contrario no es posible. En Samaja, desde la metodología de la investigación y en relación con la noción de matriz de datos, la oposición forma / sustancia del contenido, equivale, respectivamente, a la oposición valor / variable, en tanto el primero de los términos significa una selección de las posibles alternativas que ofrece el segundo. La unidad de análisis, por su parte, se equipara al lexema, en tanto colección de semas (colección de valores posibles de ciertas variables). [21]
Pero, en relación específica al plano de la expresión y aludiendo a la oposición forma / sustancia, dice Eugenio Coseriu:
“(...) la separación entre fonética y fonología y la exclusión de la sustancia de la consideración de los hechos fónicos, no sólo son inoportunas desde el punto de vista metodológico e implican dificultades prácticas insolubles (o que sólo pueden resolverse mediante el arbitrio), sino que son imposibles, tanto desde el punto de vista de las sucesivas formalizaciones mediante las cuales se estructura el ‘sistema’ de la lengua, como desde el punto de vista del conocimiento real del lenguaje como fenómeno y del conocimiento fenoménico en general, puesto que sólo conocemos sustancias, y las conocemos sólo porque tienen forma.” [22]
Agrega Coseriu:
“Una forma lingüística es una abstracción, pero no es ‘forma vacía’, privada de atributos, sino que conserva, justamente, los atributos con los que se presenta concretamente en la sustancia”.
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“(...) el fonema sólo puede concebirse como ulterior formalización del ‘sonido’ (que ya es una ‘forma’), como forma contenida en el sonido del lenguaje (el cual, por otra parte, sólo se reconoce y se deslinda gracias a esta forma superior que contiene); y, precisamente, como forma que, sin ser ‘sustancia’, mantiene como atribución la sustancialidad que se da como ‘sustancia’ en los sonidos concretos.”[23]
Supongamos el caso de sonidos concretos como [b] y [b]: ellos se presentan como totalidades analizables cada uno en un cierto número de posibles caracteres pertenecientes a ciertas variables (campos de “sentido” o “materia”). La fonética -ciencia cuyo objeto es la sustancia de los sonidos de la lengua-[24] nos proporciona dos grandes campos de variables posibles: los de la acústìca (duración, frecuencia de las vibraciones, intensidad) y los de la articulación (distintos modos en los que la corriente de aire vence el obstáculo ofrecido por los órganos fonadores). Si nos acotamos a este último campo, la emisión de b-e-b-e nos ofrece los siguientes valores posibles:
[b] inicial : consonante, no líquido, oral, labial, sonoro, oclusivo.
[b] intervocálico: consonante, no líquido, oral, labial, sonoro, fricativo.
Mediante el procedimiento fonológico de la conmutación (que permite la relación con el significado) y el de la distribución (que permite la relación con el contexto fónico posible), determinamos que la oposición oclusivo / fricativo no produce en este caso rasgos relevantes[25]. Por lo tanto, los dos sonidos [b] y [b] (unidades de la sustancia integrada por rasgos relevantes y no relevantes) constituyen, en realidad, dos variantes fonéticas de un mismo fonema /b/, (unidad de la forma, dotada únicamente por rasgos relevantes: consonante, oral, labial, sonoro). [26]
En síntesis, la sustancia se constituye así en un conjunto de posibilidades físicas (acústicas y articulatorias) en el plano de la expresión, así como de posibilidades de organización del sentido en el plano del contenido.
Es decir, un conjunto de variables posibles que se ofrecen como eventuales alternativas al sistema, el cual resulta, en definitiva, de una selección cultural e histórica propia de cada lengua y, en sentido general, de cada semiosis social. Esta selección se manifiesta en los valores (rasgos relevantes) que adquiere cada unidad perteneciente a la forma del plano de la expresión y a la forma del plano del contenido. Estos valores (de las variables de la sustancia) pasan a ser los atributos, la ‘sustancialidad’ que -de acuerdo con Coseriu- constituyen a la forma como conjunto de rasgos pertinentes.
d. el significado como generador de la pertinencia desde la que se construye y explica el objeto semiótico.
Como dijimos, en Lingüística, la clasificación implicada en las variables del nivel fonológico se realiza como resultado de la puesta en correlación con el nivel de los significados y viceversa; en términos de Hjelmslev, correlación entre la forma de la expresión y la forma del contenido de una semiótica. Prieto extiende este principio a todo tipo de conocimiento:
" toda clasificación, y por consiguiente toda manera de conocer, resulta ser lo que se puede llamar 'significativa' y toda clase y todo concepto constituyen en cierto modo una de las 'faces' de una identidad bifacial, cuya otra 'faz' está por supuesto constituida igualmente por una clase y un concepto." [27]
Prieto considera al concepto como la comprensión de una clase. En el conocimiento espontáneo los conceptos no se explicitan, pero sí se lo hace en el conocimiento científico. Este autor alerta sobre la "falsa concepción del objeto" que suele darse en la fonología y en otras Ciencias del Hombre. El objetivo de éstas no es, como en las Ciencias de la Naturaleza, establecer clases de objetos materiales, sino el de explicar clases de objetos materiales que el investigador ya encuentra establecidas por el saber del hablante. Para lograr esta explicación, el recurso al significado es sí imprescindible. En Fonología lo es, "no para determinar cuáles son, en una lengua, las diferencias fónicas pertinentes, sino para explicar la pertinencia que poseen, en una lengua, las diferencias fónicas pertinentes."[28] De ahí es que la fonología sea doblemente estructural: primero, porque sus unidades y variables son el resultado de una estructura "oposicional" y, segundo, porque esa estructura se explica por su correlación con otra estructura oposicional -la de los significados- que, a su vez, se ve determinada por la primera. Ambas estructuras se integran en una tercera, llamada "semiótica”, en la que se otorgan una a otra la pertinencia que las genera. Según Prieto, ciertas Ciencias del Hombre han intentado adaptar el estructuralismo fonológico, pero simplificándolo, limitándose a la estructura de un solo nivel, sin correlacionarlo con otros. El mayor y más original aporte de la Fonología, sin embargo, habría sido -para este autor- el reconocer la imposibilidad de explicar la pertinencia de la clasificación de un determinado universo de objetos que realiza un sujeto, sin traspasar los límites de ese universo, sin trascenderlo. La solución fonológica, como hemos visto es la de correlacionarlo con la estructura de otro universo de objetos con la que conforman la estructura semiótica.
En coincidencia con Prieto y en relación con la noción de pertinencia y de significado, Greimas, desde otra perspectiva, la de la semántica estructural, clasifica las ciencias en Ciencias de la Naturaleza ("las que se preguntan cómo son el hombre y el mundo" y las Ciencias del Hombre ("las que se plantean, de manera más o menos explícita, la cuestión de saber lo que uno y otro significan"). Greimas, previamente, había afirmado que "el mundo solamente puede ser llamado 'humano' en la medida en que significa algo". [29]
e. Conclusión:
Como consecuencia de lo dicho hasta aquí, la noción de unidad de análisis en el ámbito lingüístico-semiótico se complejiza decididamente, si reconocemos las cuatro dimensiones diferentes que hemos contemplado:
1. UA en la jerarquía sintagmática: actuación, texto, habla, proceso (objeto concreto, dado)
2. UA en la jerarquía paradigmática: competencia, lengua, sistema (objeto abstracto, construido). Recordemos que la relación entre 1 y 2 implica ir de la consideración de la forma con sustancia hacia el tratamiento de la forma de la sustancia.
3. UA en una estructura oposicional: “plano de la expresión”.
4. UA en otra estructura oposicional correlativa: “plano del contenido”.
Pareciera que la relación jerárquica, cualidad inherente a todo sistema de matrices de datos ("cajas dentro de otras cajas", "sistemas dentro de otros sistemas"), según Samaja, no fuera suficiente en este caso para expresar la complejidad que advertimos. El paso de UA -1 a UA -2 no implica el paso de un todo a sus partes, de un conjunto a su subconjunto, de un sistema a su subsistema (lo cual sería una operación de análisis). Al constituir un paso entre jerarquía de dimensiones muy diferentes, parece implicar más bien un procedimiento abductivo por el cual se re-conoce o re-construye un sistema preexistente de reglas (2) tras una manifestación de su aplicación (1) [30]. Aquí, por lo tanto, estamos al parecer ante la catálisis del sistema, a partir del texto, en términos de Hjelmslev, operación que, según creo, sólo puede explicarse como producto de una inferencia abductiva, tal como la concibe Charles Peirce.
El paso de 3 a 4 (o viceversa) puede considerarse un cambio de niveles, posible en cada jerarquía. No obstante se trata de una interrelación sumamente compleja porque es en ese encuentro donde se genera la semioticidad de ambas estructuras y porque se trata de universos de objetos totalmente diferentes: un universo de objetos materiales (sonidos, imágenes, escritura) opuestos al universo de los conceptos de una semiótica. Puede, sin embargo aducirse que tanto las dos jerarquías como las dos estructuras oposicionales constituyen diferentes subsistemas de un mismo sistema lingüístico o semiótico. Debemos reconocer, entonces, que estamos ante un sistema multidimensional de una complejidad mucho mayor que la de los objetos de las ciencias naturales y bastante mayor de la que le reconoce Simon (y Samaja, de acuerdo con él) en el parágrafo que le destina a los sistemas simbólicos[31].
Resumiendo, esa complejidad, como se ha visto, parece basarse en dos aspectos esenciales: a) el hecho de tratarse de un objeto que consiste en un conocimiento cuya estructura no es perceptible a simple vista, que sólo se expresa mediante actuaciones materiales en las que se debe determinar una forma y una sustancia; y b) el hecho de que en ese conocimiento hay implícita una significación generada en la correlación entre dos universos de objetos de planos diferentes.[32]
Esta complejidad que hemos considerado acerca de la Lingúística parece esencial al modo de ser de los objetos de todas las Ciencias del Hombre. Creo que ella sólo puede ser explicada, desde la Semiótica -como se ha visto- acudiendo a nociones de las dos corrientes conceptuales: la peirceana y la saussureana, considerándolas complementarias para la comprensión integral del objeto.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
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SIMON, H. La ciencia de lo artificial. ATE Barcelona, 1979.
[1] Prieto, L. 1973.: "Frente a la realidad primera y natural que es la realidad material, la actividad cognoscitiva del hombre produce en efecto otra realidad, segunda e histórica, que es el conocimiento de aquélla. La división fundamental de las ciencias es a nuestro parecer, la que distingue por un lado las ciencias que estudian la realidad material, es decir las ciencias de la naturaleza y, por el otro, las ciencias cuyo objeto está constituido por un conocimiento y forma parte, por lo tanto, no de la realidad natural, sino de la realidad histórica." P. XX.
[2] No obstante, es posible advertir en ese modo de conocer los mismos aspectos básicos que se advierte en el método científico.
[3] Ver Samaja, J. 1994. P.253.
[4] Hjelmslev, L. 1980.
[5] La denominación de "proceso" para referirse al texto (objeto dado) no significa sin embargo, no reconocerle la cualidad de sistema.
[6] Saussure, F. de. 1976. P. 61
[7] Saussure, F. de. 1976. p. 110.
[8] Ibíd., p.111.
[9] Ibíd., p. 112.
[10] Ibíd. , p. 117.
[11] Ibíd. , p. 120
[12] Ibíd., p. 122
[13] Mencionado por Coseriu, E. 1978, p.164.
[14] Ibíd. P.165.
[15] Habermas,J. 1983, en "¿Qué significa pragmática universal? (1976)
[16] Prieto lo define, además, como "una cierta identidad de que un objeto aparece dotado para un sujeto, esto es, la identidad de que un sonido de una lengua aparece dotado para un hablante de esta lengua. (...) la identidad de que un objeto aparece dotado para un sujeto depende de la clase de la que éste lo reconoce como miembro." P. XIX.
[17] La fonética “no es ciencia de una ‘sustancia’ simplemente acústica, sino de una sustancia organizada lingúísticamente”. Coseriu 1978,p.168.
[18] Dice Alarcos Llorac, E., 1976: “(...) aunque la fonología no deba confundirse con la fonética pues sus respectivos fines son distintos, no puede prescindir de ésta como punto de partida para poder abstraer de la materia fónica bien descrita las unidades abstractas de la forma fónica, que son su objeto propio. No hay que olvidar que aprehendemos la lengua por los datos que nos ofrece su materialización fónica. Gracias a estas señales físicas (articulatorias y acústicas) acotamos las entidades abstractas que constituyen el sistema formal de la lengua. Sin aquellas señales (u otras equivalentes, pero también materiales) no reconoceríamos ni distinguiríamos estas entidades.” P.29. El subrayado es mío.
[19] Prieto, L. en Prólogo a la edición española de Trubetzkoy, 1973. p.XIII.
[20] Greimas, A.J. 1973, p. 39-40.
[21] Se advierte -mediante esta relación que realiza Samaja- el paralelismo entre los dos tipos de conocimiento a los que aludí al principio: el espontáneo de la lengua y el científico. Este fenómeno se hace muy evidente, también, en la descripción que Prieto realiza del conocimiento espontáneo del fonema. Prieto, además, extiende explícitamente las características del saber científico de la Lingüística al de las demás Ciencias del Hombre en Prieto, L., 1989.
[22] Coseriu, E.,1978, p. 132.
[23] Ibíd. p.220-222. En el plano de la expresión, Coseriu propone la siguiente serie de momentos posibles en la formalización de los sonidos, en el paso de la sustancia a la forma.:
“a) sustancia incognoscible; b) ruido (forma acústica); c) ruido vocal no articulado; d) sonido (ruido vocal articulado); e) alofón (sonido concreto del lenguaje, correspondiente al plano del hablar); fono (sonido abstracto: lo constante en varios alofones; correspondiente a la norma); g) fonema (lo funcional en un fono correspondiente al sistema). De los seis momentos propiamente ‘formales’ (excluyendo el momento de la ‘sustancia no- formada), los cuatro primeros se dan el plano concreto: son formas con sustancia. El fono y el fonema se dan en el plano abstracto: son formas de sustancia.´” De la enumeración de esta serie se deduce que -tal como señala Greimas (1982)- “la distinción entre forma y sustancia es totalmente relativa y depende, en definitiva, del nivel de pertinencia elegido para el análisis” (p.399). Parece tratarse de un ejemplo bastante claro de sucesivas interfaces jerárquicas.
[24] Alarcos Llorach, E., 1976.
[25] Aunque pronunciáramos, mediante un esfuerzo articulatorio, la b inicial como fricativa y la intervocálica como oclusiva, el significado no se alteraría.
[26] “Tenemos, pues, -afirma Alarcos Llorach- en el plano de la expresión dos clases de hechos: de un lado, un número infinitamente variado de sonidos realizados y perceptibles en el habla; de otro, una serie limitada de reglas abstractas que forman el sistema expresivo de la lengua y sirven de modelo ideal en las manifestaciones individuales y concretas.” p. 27.
[27] Ibídem, p. XXXIII.
[28] Ibíd., p. XXIVV a XXV.
[29] Greimas, 1973. P. 7.
[30] Alarcos Llorach, E., 1976, p.27: “En las manifestaciones del habla, el significado es una mención concreta que tiene sentido en sí misma, en el sistema de la lengua, el significado está constituido por normas abstractas de índole morfológica, sintáctica o lexical, que conforman el terreno de las ideas o significaciones. Igualmente el significante, en el habla, es un decurso fónico concreto, de naturaleza física y perceptible por el oído; en el sistema de la lengua, el significante está consituido por normas que ordenan ese material sonoro.” (El subrayado es mío)
[31] Simon, H. "La ciencia de lo artificial", p.132
[32] Cada una de las dos primeras categorías (1 y 2) puede analizarse, a su vez en las otras dos (3 y 4) y al contrario: cada una de estas dos últimas puede ser analizada en las dos primeras (1
y 2).